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lunes, 28 de mayo de 2007

Inconsciencia


Si es que estamos como cabras.
Comentaban que bajar el río en piragüa era toda una experiencia. Yo había hecho ya mis pinitos con los remos y medio conocía el río. Sabía que había alguna que otra cascada de cojones, pero no creíamos que llegaríamos tan lejos. Así que nos metimos en el agua como novatillos, de esos que creen que se las saben todas. Y el río empezó a llevarnos. Sacamos los petillas y nos dieron las horas. Dormir no tiene sentido si no estás cansado, y nosotros no habíamos remado ni una sola palada. Apagando el petilla estaba cuando se oyó el rumor del agua. Era profundo pero distante. Me incorporé sólo para ver que la piragüa, como yo, corregía su posición sobre el agua. La punta se inclinaba hacia una nube blanca de agua que se elevaba sobre el rugido. Mientras caía intentaba adivinar el fondo. Pensaba en sobrevivir. Pensaba en la piragüa como el único medio para permanecer a flote.
Recordaré la clara sensación de una gota de sudor cayéndome por la frente en medio de la tormenta de agua